«Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos». Esta mujer halló aliento en su desgracia, al pensar en Cristo de una forma elevada. El Maestro había hablado acerca del pan de los hijos. «Ahora bien —arguyó ella—, como tú eres el dueño de la mesa de la gracia, sé que también eres un administrador generoso y que, sin duda, hay abundancia de pan en tu mesa. Habrá tal abundancia para los hijos que quedarán también migas que
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